Atopei estes días o blog de María M. Delgado e recomendo ferventemente que entredes nel para coñecer de primeira man a realidade do pobo palestino:
María é unha activista de dereitos humanos, co-fundadora do Servicio Paz y Justicia (SERPAJ) no seu Uruguai natal. Traballou varios anos para o Servicio Internacional para la Paz (SIPAZ) en Chiapas (México), e colaborou con Jubileo Sur-Américas, o Women Peacemakers Program de IFOR (Holanda) e o Fund for Nonviolence (California). María ten un máster en Gender & Peacebuilding (UPEACE).Participou no Foro Social Mundial e noutras redes globais pola xustiza social, a xustiza climática e a xustiza de xénero. A súa vocación é apoiar a persoas e comunidades -en particular ás mulleres- que sofren inxustiza e exclusión en situacións de conflito e violencia política.Síntese afortunada de ser unha das primeiras acompañantes do EAPPI provenientes de América Latina.
Na actualidade vive no val de Yanoun, Cisjordania, Palestina .
-El drama cotidiano de miles de palestinos/as en los checkpoints-
[“La inmensa mayoría de los palestinos no tiene absolutamente ninguna relación con actividades terroristas, y lo único que quiere es tener una vida normal; pero la absoluta dependencia de permisos para moverse ha convertido sus vidas en una pesadilla. La administración israelí decide si uno puede salir de su casa, visitar a sus parientes, ir a trabajar o a estudiar, plantar en su propia tierra (que quedó detrás de la cerca electrónica), recibir tratamiento médico, o dar a luz en un hospital (en lugar de hacerlo en un checkpoint).Sitio web de la organización israelí Machsom Watch.
En el mes y medio que llevo viviendo en Palestina, he hablado con hombres y mujeres de distintas partes de Cisjordania, y especialmente de Nablús -mi región-, que anhelan y sufren por no poder visitar su Ciudad Santa. Cada vez que atravieso el checkpoint de Qalandiya me siento mal por estar haciendo lo que millones de mujeres y hombres palestinos tienen prohibido.
Desde la ocupación israelí de Jerusalén (1967), la población palestina nacida allí tiene lo que Israel llama “permiso de residencia” en su propia ciudad (identificado con el documento “blue ID”). Aun así, las restricciones para conseguir trabajo, documentos, y ni que hablar vivienda (o conservar la que tienen!), les hace vivir en una constante amenaza. Sin mencionar la profunda discriminación y el abismo existentes entre Jerusalén Este y Oeste en materia de servicios y calidad de vida (un abismo semejante al que existe entre una ciudad escandinava y una latinoamericana).
Más aún: el número de personas palestinas con “permiso para residir” en Jerusalén Este está reduciéndose acelerada y sistemáticamente, ya que Israel está haciendo todo lo posible para alcanzar su meta demográfica de tener un 70% de población israelí en Jerusalén. Por eso sólo en 2008, 4672 personas perdieron su “permiso de residencia” en su propia ciudad, por razones tales como “ser desleales al Estado de Israel” (según la legislación del Knesset), aun cuando Jerusalén Este no es parte de Israel, sino de los Territorios Palestinos Ocupados (OPT), y del futuro Estado Palestino! [MMG; ver al final]Peor aun es la situación de quienes sin ser “residentes” de Jerusalén tienen sólo un permiso de trabajo en la ciudad. Esas personas (portadoras de “green ID”) viven con la amenaza de perder su permiso por cualquier motivo, desde los más arbitrarios e inexplicables hasta otros más domésticos como, por ejemplo, perder su trabajo (que significa casi automáticamente perder el permiso de entrada a Jerusalén). Y perder el trabajo por llegar tarde reiteradamente es algo que puede pasarle a cualquiera si cada día tiene que llegar al checkpoint (CP) de Qalandiya (o de Gilo en el sur) a las 4 de la mañana y hacer cola apiñándose con una multitud de compatriotas para poder pasar a tiempo a través del CP y entrar a trabajar a las 7 u 8 de la mañana.

Es evidente que el sistema está diseñado para que funcione como una forma de tortura colectiva: las filas y puestos de control de documentos son totalmente insuficientes; el comportamiento de los soldados (y soldadas) es humillante o indiferente; a menudo desaparecen sin ninguna explicación, y nadie queda a cargo de abrir por control remoto el torniquete o el portón de la “entrada humanitaria”. Encerrados en sus confortables cabinas blindadas, los vemos conversar y reir entre ellos, comer y beber, ajenos absolutamente al drama que viven los cientos y cientos de personas que esperan apiñadas como ganado y cuyas vidas, trabajo y futuro dependen de su humor...
Con todo el horror que representan, los CP son sólo un aspecto de un sistema perverso que incluye distintos documentos de identidad, permisos de trabajo, de residencia y de viaje, permisos especiales para las niñas y niños, tarjetas magnéticas (con datos biométricos y huella digital, una complicación adicional para los trabajadores de la construcción con huellas deterioradas), personas en listas negras, el Muro de cemento, las cercas electrónicas, los portones agrícolas, los cierres de caminos mediante barreras, bloques de cemento o simples barricadas de tierra, las carreteras de uso exclusivo para colonos israelíes, los túneles y otras formas de bloqueo, encierro y fragmentación (minuciosamente documentadas y descritas por UNOCHA) que han convertido el territorio palestino en un conjunto de ‘islas’, o más bien bantustanes de segregación.

Cualquier parecido con los ghettos de la Alemania nazi o el apartheid de Sudáfrica es mera coincidencia.
“A la luz de todo esto, es inevitable concluir que el gobierno israelí está persiguiendo deliberadamente a la población palestina y aplicándole una política de tormento burocrático, al tiempo que ignora totalmente su responsabilidad [como poder ocupante] hacia las vidas de los habitantes de los territorios palestinos ocupados.”]
Manuel Vázquez Montalbán xa o deixou escrito con moita ironía: "Bienaventurados os verdugos porque sin eles non habería vítimas".
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